Silla Isabelina

Eva Guadarrama. Licenciada en Historia del Arte. Conservadora y Restauradora de Mobiliario Antiguo. • jul 21, 2020
¡Por fin hemos inaugurado la nueva web de Restaurata y con ella este Blog!. Estoy muy contenta con los resultados y sobre todo por poder retomar las publicaciones, ya que es algo que me encanta y que por diferentes motivos he tenido aparcado. 

Como homenaje a tantos años dedicándome a la restauración de mobiliario antiguo, comenzaré haciendo una serie de post recordando antiguos trabajos que de una manera u otra han sido significativos para el taller, sea por su belleza, por su grado de complejidad, por las implicaciones emocionales…, etc.

Comenzamos pues recordando la restauración de esta preciosa silla de baile de época isabelina. 
El proceso de trabajo de esta pequeña silla isabelina, de finales del s.XIX, es importante por una razón fundamental: se trata de una restauración basada en el principio de la "mínima intervención". Es decir, aunque siempre procuro ajustarme a los principios básicos de la restauración, muchas veces me veo obligada a retirar un acabado (barnices generalmente), porque está muy deteriorado, o rehacer por completo un asiento de rejilla, porque tocar sólo la parte afectada no garantizaría la funcionalidad del mismo.

Hay que tener en cuenta, que el cliente particular, en general, suele regirse por criterios de funcionalidad. En este caso, esta sillita de finales del s.XIX no iba a tener un uso cotidiano; su dueño la quería como objeto de exposición y ese hecho me permitió realizar una restauración en la que rigen criterios museísticos.

La silla, lacada en negro y policromada a base de decoración floral y de guirnaldas, con incrustaciones de nácar o madreperla, presentaba una gran cantidad de suciedad acumulada en su superficie y un barniz muy amarilleado que ocultaba el colorido de la policromía y de las incrustaciones de nácar. El asiento de rejilla artesanal, presentaba un pequeño roto y la estructura de la silla estaba desencolada. 
Así pues, comencé la labor rehaciendo el pequeño agujero que se había formado en el asiento de rejilla. Para ello hubo que eliminar todas las tiretas de rattan que participaban en el roto. Un agujerito tan pequeño..., ¡y la lata que da!. Al acabar el trabajo, apliqué una pátina a las tiretas nuevas para integrarlas con el resto. Con esta labor he conseguido salvaguardar el asiento original del s.XIX, eso sí, ¡no es un asiento en el que podamos sentarnos todos los días!.
En esta imagen de la parte baja del asiento, se ve claramente cuáles son las tiretas que he tenido que sustituir para reparar el roto (las de color más claro).
Pasamos ahora al encolado general, labor sencilla que realizaré con cola animal, ya que es la que se usó originalmente. Recordemos que la cola animal se compra deshidratada y que por tanto, antes de calentarla al baño maría, debemos dejarla en remojo para que se hidrate unas 12 horas. Es entonces cuando la calentamos y podemos usar. He usado prensas para sujetar la estructura de la silla en su correcta posición hasta que la cola se enfríe, momento en el que alcanzará su máximo nivel de adherencia. Aunque sé que no es necesario, yo suelo dejarlas unas 12-20 horas (¡manías!).
A continuación, realizaré la limpieza del acabado de la silla. Como se trata de pintura al óleo, elijo hacer una cata (pequeña prueba en alguna zona no muy visible) con alcohol ( no removerá la pintura al óleo), ya que todo apuntaba a que se le hubiese aplicado a lo largo de los años, numerosas capas de goma-laca que con el paso del tiempo habían amarilleado y oscurecido, ocultando la belleza de la policromía y de las incrustaciones de madre-perla.
Tras la labor de limpieza, realizo los retoques pictóricos oportunos, que ayudarán a disimular las lagunas existentes en algunas zonas de la policromía.

El alcohol permitió retirar perfectamente la suciedad y el barniz, pero deja la superficie mate, así que para protegerla y devolverle el brillo, apliqué goma-laca a muñequilla, y..., ¡el resultado salta a la vista!.
La pequeña sillita isabelina (también conocida como "de baile") está lista para ser expuesta y admirada su belleza.
Como siempre, espero que os haya gustado este trabajo y toméis en consideración las premisas expuestas: 

la mínima intervención es una de las bases de una correcta restauración.

¡Hasta pronto!

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¿Os apetece ver el proceso de restauración al que hubo que someter a esta fantástica pieza?.
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